Cumpliendo la regla no escrita de que el tercer disco es el que termina definiendo el futuro de una banda, Henko han encontrado finalmente un sonido que les evite comparaciones con otros compañeros de clase. Con Espacio Sináptico entregan un trabajo arriesgado y valiente que debería tener premio.

Con unos comienzos que se remontan a tiempos prepandémicos, el recorrido de Henko ha sido el mismo de tantas formaciones que van aprendiendo a construir su discurso a base de ensayo y error. Tras debutar con el autoproducido La Edad De Plástico en 2020, el combo de Daimiel decidió dar un paso adelante en su siguiente esfuerzo contando para la grabación con una de las parejas más reverenciadas del rock independiente de nuestro país como son Manuel Cabezalí y Víctor Cabezuelo, principales cabezas pensantes detrás de Havalina y Rufus T. Firefly, respectivamente. El resultado no fue otro que Mar De Terciopelo, con el que empezaron a asomar la cabeza en algunos festivales.

Decididos a continuar con su progresión, en marzo de este mismo año aparecía Espacio Sináptico. Nuevamente bajo la batuta de la dupla de productores mencionada anteriormente, la banda ciudadrealeña ha dado un paso de gigante a la hora de definir su propia personalidad. Sin renunciar a las guitarras, los nuevos temas de su tercer largo avanzan por derroteros más experimentales, jugando con sonidos sintéticos y electrónicos sin pretender ponérselo fácil al oyente. Desde luego, lo que plantean poco tiene que ver con lo que impera dentro de ese circuito festivalero patrio donde tanto se estila el fast food musical.

Con el fin de conocer mejor los entresijos de su nueva criatura y saber en qué estado se encuentra actualmente la formación que componen Jesús Arroyo (voz, guitarra), su hermano Raúl (teclados y sintetizadores), Félix Fernández (batería) e Irene Calahorra (bajo), establecimos contacto con el primero de ellos. Podréis verles sobre las tablas este sábado 27 en La Casa Con Ruedas de Daimiel (Ciudad Real) y el próximo sábado 4  de octubre en la sala Cadavra Club de Madrid. En ambas citas contarán con Teresa Martínez de Pan supliendo a Irene a las cuatro cuerdas. 

Antes de entrar a hablar de Espacio Sináptico, me gustaría que hicieras una valoración de lo que significó Mar De Terciopelo, tanto en cuanto a la evolución musical como al crecimiento del grupo.
JESÚS ARROYO “Para nosotros Mar De Terciopelo supuso un salto evolutivo bastante importante. Veníamos de grabar un disco autoproducido en casa, en nuestro estudio de Daimiel y nos veíamos con muchas ganas de hacer otro, pero trabajando con gente profesional y con talento como son Manuel y Víctor. Lo hablamos y decidimos apostar fuerte. En lo musical, diría que se amplió mucho el horizonte y nos abrió la mente a otro tipo de sonidos. Incorporamos sintetizadores y empezamos a curiosear por ahí. Eso ha evolucionado hasta llegar a Espacio Sináptico donde hay muchos más. Y en lo personal, creo que va de la mano. Hemos conocido a gente que está dentro de este mundillo y eso te motiva a seguir. Nos hizo darnos cuenta de que esto es a lo que de verdad queremos dedicar nuestro tiempo. También el grupo ha experimentado un crecimiento. Entrar en Los Conciertos de Radio 3 nos abrió muchas puertas, empezamos a sonar en la emisora, nos llamaban de algunos festivales… Cosas que antes no pasaban porque éramos nosotros quienes teníamos que perseguir todo eso”.

Foto: Irene Orenga

«No sé si habrá algún grupo que suene como nosotros en el panorama nacional, pero hemos procurado encontrar una personalidad propia, huyendo de comparaciones” JESÚS ARROYO

El año pasado seguisteis girando mientras grababais el nuevo disco. Da la impresión de que todo ha ido muy rodado. ¿Ha sido realmente así?
“Creo que los tiempos en la música son diferentes dependiendo de si estás dentro de un proyecto o si lo ves desde fuera. Entre la grabación de un disco y otro pasaron casi dos años. Teníamos muchas ganas de seguir escribiendo canciones y la verdad que salieron muy rápido. Tampoco te voy a engañar: teníamos ya una fecha cerrada para entrar en el estudio (risas). La agenda de Manuel es muy jodida, así que nos marcamos un límite y aprovechamos para meterle caña. Como decías, continuamos dando conciertos al tiempo que lo grabábamos. Recuerdo que fuimos a tocar a Badajoz un sábado y el lunes entrábamos a grabar en Madrid. Lo hicimos en tres semanas y seguimos girando. Ha sido todo muy fluido”.

Ya has mencionado que repetisteis con la dupla ganadora formada por Manuel Cabezalí y Víctor Cabezuelo. ¿Qué hubo de diferente esta vez respecto a Mar De Terciopelo?
“Diría que la principal diferencia es que en Mar De Terciopelo presentamos muchas canciones. Teníamos unas 24 de las cuales luego hicimos una selección, pero no tenían cohesión entre sí. Fueron Manuel y Víctor quienes nos ayudaron a construirlas, arreglarlas… Metieron mucha mano en cuanto a producción, lo cual para nosotros fue un aprendizaje. Y precisamente, en Espacio Sináptico ya traíamos todo ese trabajo hecho de casa. Teníamos un bloque de 8 canciones y eso era lo que íbamos a grabar. No se descartó ningún tema. Desde el principio hasta el final estaba todo pensado y medido. Es verdad que luego ellos dieron su visión, hubo partes que cambiaron… Pero esta vez ha sido una labor mucho más autónoma por nuestra parte, aun pasando por su filtro. Solo tuvieron que pulir un par de cositas, pero todo lo demás ya estaba preparado para darle al ‘Rec’”.

Personalmente, el principal punto negativo que encontraba en vuestro anterior trabajo es que por momentos me recordaba a los propios Rufus T. Firefly. Cosa por otro lado lógica, ya que todo el mundo tiene sus influencias mientras busca su propia personalidad. Pero esta vez, aun encontrando dejes reconocibles tanto de Rufus como de Havalina, creo que todo está filtrado de una manera que termina haciendo que sonéis a vosotros mismos.
“Sí, creo que aquí hemos dado con un sonido más único y personal. Con Mar De Terciopelo, pasado el tiempo, yo también lo siento como tú: que sonábamos más a Rufus. Es así. Víctor puso mucho de su parte a nivel de arreglos, instrumentación… Usamos muchos de sus teclados que, probablemente, sean los mismos que puedas escuchar en cualquier disco de Rufus (risas). De algún modo, hace que haya mucha de su identidad en nuestras canciones. Teniendo eso mismo en mente, con Espacio Sináptico hemos explorado un sonido más personal. No sé si habrá algún grupo que suene como nosotros en el panorama nacional, pero hemos procurado encontrar una personalidad propia, huyendo de comparaciones”.

De hecho, hace poco vi una conversación que publicasteis con Manuel sobre cómo había sido la producción y comentaba esto mismo; las canciones ya venían muy definidas, por lo que tuvo que hacer muy poco, mientras que con otros proyectos todo está más abierto y puede dejar más su sello, por decirlo de algún modo. ¿Crees que en ese aspecto hay que ir con un poco de cuidado para que la labor del productor no termine distorsionando lo que realmente es la banda?
“Depende un poco de todo. El momento en el que te encuentres como grupo, que es lo que quieres conseguir… Es nuestro caso, estábamos buscándonos a nosotros mismos. Cuando estamos en el proceso de grabación, obviamente claro que nuestras ideas tienen mucho peso. Valoramos mucho lo que nos proponen Manu y Víctor, pero digamos que nuestro criterio es el que impera”.

Aunque las guitarras no han salido de la ecuación, los arreglos electrónicos, cajas de ritmos y sintetizadores han ganado mucho terreno. Es una obra mucho más experimental y arriesgada. No sé si hasta cierto punto os propusisteis el reto de hacer una música mucho más compleja y elaborada compositivamente hablando.
“A nivel técnico es una movida. A la hora de tocarlo en directo, requiere trabajar con cajas de ritmos, pads… No disparamos nada, no hay nada secuenciado. Todos los ritmos que suenan en nuestros conciertos los toca Félix, no hay trucos. Para mi las canciones en sí no son complicadas de tocar, pero sí están muy vivas. Tienen muchas capas, mucha profundidad a nivel de detalle que es complicado trasladarlo al directo”.

Por ejemplo, una canción que me ha llamado mucho la atención es ‘Puente Rectificador’. A la mitad entra un riff que se va repitiendo hasta el punto de que sientes ganas de bailar, luego pasa a un acorde mayor a lo The Who y termina en una outro en clave lo-fi. Pasan muchas cosas dentro del mismo tema.
“A mí me flipa el rock progresivo. Me gustan mucho Yes, Rush, Camel… todo ese tipo de grupos. En otros proyectos en los que he estado ya hacía canciones así, con muchos cambios, sin estribillos… Creo que mi pasado con esas bandas y Henko se han unido en Espacio Sináptico. ¿Cómo lo hacemos? Pues no te sé decir, tío (risas). Me pongo a tocar en casa, sale una idea, me mola, luego meto otro ritmo de batería… En el caso de ‘Puente Rectificador’ hay una historia bastante graciosa. Nunca había hecho un tema partiendo de un sampler de otra canción y me apetecía intentarlo. En ese momento estaba leyendo Islas A La Deriva de Heminghway y buscando por ahí encontré una canción de Dolly Parton llamada ‘Islands In The Stream’ que va del mismo rollo. Pillé un cachito, lo sampleé, lo bajé de velocidad… y a partir de ahí empecé toda la canción. La casa por el tejado, ya ves (risas)”.

Está claro que habéis hecho el álbum que habéis querido, pero al mismo tiempo, no es nada complaciente con el público. Me refiero a que, igual ahora que estáis empezando a subir un poquito, podríais haber entregado un disco más fácil para el oyente medio, cuando os habéis ido justamente por el lado contrario.
“Es totalmente así. Hemos pensado en lo que nos gustaba a nosotros. Intentar hacer un disco con canciones que puedan llegar a un público más o menos grande es muy frustrante. Solo hay dos opciones posibles: que guste o que no guste. Y lo más probable es que ocurra lo segundo (risas). O peor aún: que ni te escuchen. Nos hemos dedicado a hacer un disco para nosotros mismos y el resultado es este. De hecho, al principio había cosas que hasta me incomodaban a mí mismo. Me encontraba tocando cosas que no había hecho nunca y que ni siquiera me gustaban. Pero al día siguiente lo escuchaba y veía que tenían su rollo. Ha sido un proceso de dejar que las cosas salieran solas e ir enamorándonos de las canciones poco a poco y no tanto a primera vista”.

No te negaré que he tenido que buscar lo que era el Espacio Sináptico. Según la definición que he encontrado, es el espacio entre dos neuronas o una célula y dónde tienen lugar las transmisiones de las señales. Aparte de dejar claro que sois unos eruditos en neurología, ¿a qué viene escogerlo como título? ¿Cuál es la idea que engloba a todas las canciones?
“Creo que el título sintetiza muy bien la idea de conectar. Este disco habla todo el rato de conexiones, sean con uno mismo, con los demás, sentimientos propios, lugares… Esto viene porque hubo una temporada en la que me sentí muy solo. En lugar de salir de casa, conocer gente, hablar con amigos… preferí recluirme. Fue ahí cuando empecé a valorar las conexiones de verdad, las amistades que tengo. Todo ello me condujo hasta las letras que están en el disco. Es una manera de reflexionar sobre las relaciones que tenemos con nosotros mismos y con los que nos rodean”. 

También he notado que haces especial hincapié en la desconexión a la que nos está arrastrando la tecnología, concretamente a través de los móviles. Resulta curioso que cuando más fácil lo tenemos para establecer relaciones con otras personas, el mantener una simple conversación cara a cara puede ser hasta incómodo en ocasiones para algunas personas. En ‘Gankeo’ cantas: “Es imposible vivir el presente en un lugar que no está existiendo”
“’Gankeo’ es un término que se usa en la jerga de los videojuegos. Trata de cuando, en los juegos de equipo, varios contrincantes se unen para matar a uno que va por su cuenta. Es una emboscada, digamos. Es una letra que habla de desconectar de las redes sociales, los videojuegos… Nos hemos inventado una vida digital que no existe realmente. Se usan muchas palabras como “navegar” que implican movimiento, pero en realidad estás sentado delante de una pantalla. Si lo piensas es un poco como Matrix. Es verdad que la tecnología que tenemos ahora nos permite hacer cosas increíbles que 50 años atrás eran impensables, pero también sirve para retener nuestra atención y mantenernos absorbidos viendo publicidad y cosas que comprar”.

Foto: Irene Orenga

«Cada uno coloca a la banda en una posición en su lista de prioridades y eso va cambiando con el tiempo, no es constante» JESÚS ARROYO

Corrígeme si me equivoco, pero creo que al poco de finalizar la grabación sufristeis las bajas de Gaelle y José Ramón, al bajo y la guitarra. ¿Qué pasó?
“Llevábamos cerca de un año en el que sus vidas eran bastante incompatibles con las del grupo. Simplemente separamos nuestros caminos. No tenía sentido seguir por una cuestión logística de que no podían venir a los conciertos, había que rechazar fechas… Así que tomamos esa decisión. Fue duro, pero al final son cosas que pasan en todos los grupos. Cada uno coloca a la banda en una posición en su lista de prioridades y eso va cambiando con el tiempo, no es constante. Igual hoy para mí Henko es lo más importante pero mañana puedo quedarme sin trabajo, sin dinero o tener una enfermedad grave. Y no pasa nada. Hablando las cosas todos podemos llegar a entendernos y empatizar”.

Ahora contáis con Irene Calahorra a las cuatro cuerdas y habéis adoptado la formación de cuarteto. ¿Cómo os habéis reconfigurado siendo ahora una guitarra menos?
“Lo que te decía antes: está siendo todo un reto. Es cierto que Espacio Sináptico lo grabamos siendo cinco. En lo que se refiere a las guitarras, José Ramón no tenía muchas partes, así que por ese lado ha sido sencillo porque no sentimos que la cosa cojee. Sí es verdad que había mucha carga de sintetizadores y mi hermano Raúl se lo ha currado un montón. No sé cómo es capaz de tocar tantas cosas. Hay momentos en los que está tocando un piano y arriba tiene un sinte que la mitad hace un sonido y la otra mitad otro, luego un tercero a saber dónde… Parece Nacho Cano (risas). Respecto al bajo, hay algunos temas que van con bajo eléctrico y otros con sintetizadores”.

¿Os está resultando más fácil cerrar conciertos ahora que ya tenéis cierto recorrido o sigue siendo un quebradero de cabeza para una banda todavía emergente?
“Más fácil desde luego que no (risas). Todavía es algo que nos cuesta. Hay muchas bandas, cada vez con un nivel más alto, todas quieren tocar en los festivales cuando luego en realidad no hay tantos. En otras épocas sí que íbamos detrás de intentar meternos ahí. Ahora nos llaman de alguno pequeño que nos gusta porque cuidan mucho al público y los grupos. Pero tampoco sentimos esa necesidad de estar en ese circuito a cualquier precio”. 

En ese sentido, quería comentar contigo la polémica que tuvisteis con el Royal Indie Fest el año pasado. Os confirmaron directamente en su cartel sin haber llegado a ningún tipo de acuerdo con vosotros, dando por hecho que estaríais interesados en participar en el festival simplemente por exposición. Es decir: sin cobrar por ello. No sé si quieres explicar más detalladamente lo que ocurrió.
“Al principio, nosotros mantuvimos una conversación con la concejalía de Ciudad Real donde nos transmitieron su interés para que participáramos en el festival. Les dijimos que contaran con nosotros, pero primero había que cerrar unas condiciones. Nos derivaron a la empresa que monta el festival y no tuvimos ninguna respuesta por su parte. Ahí quedó la cosa hasta que dos semanas después empezamos a ver carteles por toda la ciudad donde aparecía nuestro nombre. En un primer momento pensamos que habían aceptado nuestra propuesta, ya que no nos habían confirmado nada. Me puse en contacto con ellos, me dijeron que no habían visto el correo que les mandamos y su respuesta fue que nos habían metido en el cartel a pesar de que no estaban de acuerdo con nuestras condiciones. Por contra, las suyas eran que tocáramos gratis por promoción porque era una oportunidad tocar con Viva Suecia, Ventiuno… que eso era lo que teníamos que valorar. Claro, estábamos tratando con concejales de VOX (risas). A nivel político fue un festival organizado con dinero público y no hubo nada de transparencia. La adjudicación del festival se tenía que haber sacado a concurso público y se dio a dedo con 300.000 euros de presupuesto. Fue un festival como otro cualquiera, con un cartel muy estándar… Este año no se ha llegado a celebrar. Supongo que habrán pasado de meterse en más líos. Pero es triste que luego se pongan la medallita de que lo montan para defender el talento local y llevarse esas subvenciones cuando a la hora de verdad quieren que los grupos pequeños toquemos gratis. Bastante bochornoso todo. Nos sentimos bastante discriminados. Como dice el refrán, “nadie es profeta en su tierra” (risas).Fue complicado decidir hacer pública esta situación porque al final te acaba cerrando muchas puertas. Todos los años hemos recibido algún tipo de ayuda hasta que ha pasado esto. Así que supongo que no volveremos a tocar en ningún festival o ciclo de conciertos de Ciudad Real hasta que haya un cambio de gobierno porque ya nos han puesto la cruz. Pero creo que siempre hay que denunciar este tipo de situaciones. A la larga, ganas”.

 GONZALO PUEBLA