Con su anterior disco Lament, Touché Amoré superaron lo que se conoce como el ‘test de los cinco’. Es decir, haber sido capaces de grabar cinco grandes discos consecutivos. Si os ponéis a pensar, incluso entre vuestros grupos favoritos, veréis que no es tan fácil lograrlo.
Con más de 70 canciones grabadas hasta la fecha, sería hasta lógico que llegado al sexto, los angelinos hubieran perdido algo de inspiración o chispa, pero la buena noticia es que escuchándolo repetidamente, este excelente Spiral In A Straight Line te deja con la impresión de que puedan grabar otros cinco más igual de buenos.
De igual manera, para los oyentes también sería natural que pudiéramos sentir algo de fatiga o que nos conociéramos demasiado sus trucos para que lograran impactarnos de la misma manera. Pero en parte porque saben espaciar lo suficiente sus trabajos y, naturalmente, por su propio talento, Touché Amoré vuelven a cautivar en estas once nuevas canciones.
‘Nobody’s’ nos da la bienvenida con un riff fusilado de ‘State Of Love And Trust’ de Pearl Jam, pero tanto la melodía como la peculiar voz de Jeremy Bolm, siempre a un paso de la afonía, aseguran que nadie los vaya a confundir por los de Seattle. La intensidad sube un grado en ‘Disasters’, recordándonos que por mucho que hayan limpiado el sonido de sus guitarras y le hayan cogido el gusto a las atmósferas, su corazón sigue latiendo a ritmo de hardcore. Es algo que también queda patente en ‘Mezzanine’, en la que Elliot Babin se merece una paga extra por la caña que le mete a la batería, o ‘Finalist’ que avanza como un tren sin frenos.
Pero si algo ha caracterizado al grupo a partir de Is Suvived By (2013) es su buen gusto a la hora de incorporar influencias externas del post rock (‘Force Of Habit’), el rock alternativo (‘Hal Ashby’) o el post punk (‘The Glue’) para que la base instrumental resulte igual de interesante que lo que nos cuentan.
A grandes pinceladas, Spiral In A Straight Line trata sobre cómo gestionamos el día a día mientras la ansiedad o el miedo nos invaden cada vez que vemos las noticias, pero también sobre como, a pesar de la incomunicación que provocan las pantallas, sentimos el extraño consuelo de saber que todos estamos igual (de mal). Una vez más Jeremy Bolm lo borda expresando ese desasosiego existencial con frases con el potencial para quedarse tatuadas en nuestros cerebros como “I’m bad at taking photos of the people I love the most, I just think they’ll always be there, when we all know that they won’t”.
Al igual que en Lament, el productor Ross Robinson ha sabido respetar la claridad del sonido de la banda sin saturar innecesariamente los instrumentos, y también los invitados aportan un plus de calidad: Lou Barlow de Sebadoh y Dinosaur Jr., apareciendo como un espectro en la balada grungy ‘Subversion (Brand New Love)’, y su amiga Julien Baker, ahora mucho más famosa gracias a boygenius, participando en el clímax de la magistral ‘Goodbye For Now’. Una puta maravilla que cierra otro disco que clama ser gritado en sus conciertos.
JORDI MEYA