Mientras este siglo ha ido avanzando, paulatinamente ha traído consigo una alarmante carencia de creatividad. Esta clamorosa ausencia de ingenio e imaginación se ha intentado mitigar de dos formas: con el nicho, o con lo que a nosotros nos atañe aquí, con la fusión de estilos, cayendo en el erróneo dogma generalizado de que lo raro, lo extravagante, a la fuerza es sinónimo de calidad. Si se cae en lo hortera, en la artificialidad, si se le escupe a la cara a la elegancia, tanto le da a un público y unos medios extrañamente necesitados de inventar nuevos referentes.
Un capo del equipo RockZone, bastante más sabio y erudito que servidor, me dijo una vez que para escuchar un calco, para qué no quedarse directamente con la fuente madre. Ese recuerdo me ha asaltado la cabeza como un rayo cuando emerge un solazo a lo David Gilmour en ‘The Stargate [Tablet I]’. Porque si la sombra de Morbid Angel, Gorguts e Incantation siempre ha sido muy alargada en Blood Incantation, yendo bastante más lejos de la pura influencia, lo mismo puede decirse de la legendaria formación de rock británica en Absolute Elsewhere.
Cuando estás pensando en Tangerine Dream durante el transcurso de ‘The Stargate [Tablet II]’, resulta que Thorsten Quaeschning les acompaña al sintetizador. Los que odien el progresivo en su forma más natural lo pasarán mal durante los primeros 50 segundos de ‘The Message [Tablet I]’, pero es que cuando aparece el riff salvador es tan Immolation que casi habría que consultar al registro de marcas y patentes. Así que, por mucho que leamos por allí de que estamos ante una obra maestra, considero que la gran asignatura pendiente de Paul Riedl y compañía es hallar la personalidad propia, aunque poco les haga falta viendo su acelerado proceso de beatificación.
Me habría resultado mucho más interesante escuchar a Pink Floyd haciendo death metal, que no a una banda extrema firmando un armisticio para intentar sonar a los 70. Y es en este momento cuando me acuerdo del experimento Timewave Zero, que sí se nos apareció totalmente ensamblado, y no estas canciones de Absolute Elsewhere, que casi parece que Arthur Rizk haya mezclado, no tema a tema, sino parte a parte de cada corte. Volviendo a esa idea, quizá se asemeje a lo que no les perdoné a Blut Aus Nord en Hallucinogen, o a Ulcerate en su último plástico: que sacrificaran la belicosidad en su producción creyendo que así ayudaban a unas composiciones más etéreas o enrevesadas.
Claro que he disfrutado con una epopeya épico-galáctica como la final ‘The Message [Tablet III]’, pero a su vez, no he podido dejar de sentir cierta vergüenza ajena cuando incide mínimamente en el exotismo asiático. La capacidad de esta banda por regurgitar estilos y combos míticos es encomiable, ya no hablemos de su volcánico aparato instrumental, pero como ya he recalcado, se me enciende la bombilla roja cuando tanto en una obra reciente me resulta familiar.
Pese a todo, Absolute Elsewhere estará entre lo mejorcito que escucharemos en otro curso plagado de clones y aplausos injustificados. Blood Incantation iniciaron hace ya tiempo su inexorable camino beproquero y primaveral, y el espacio sigue siendo la última frontera.
PAU NAVARRA